La leyenda de la mano peluda es una de las más antiguas de Latinoamérica. Son muchas las generaciones que han crecido siendo intimidadas por sus padres o abuelos quienes para castigarlos hacían referencia a esta horripilante mano que se rumora es del doble del tamaño de la de cualquier humano y aparece en zonas oscuras.
Durante las noches era vista en los grandes ventanales de los conventos. También, según otros relatos, la mano venía a agarrar los pies de aquellos niños que se levantaban tarde de la noche de la cama, para llevárselos al más allá. Según dicta este mito, si los niños lograban escapar de la mano peluda, su pie quedaba repleto de heridas, que debían ser curadas lo más rápido posible para evitar que se desangren y mueran. Por eso muchos crecieron con temor a despertarse para ir al baño en plena madrugada y hoy aún en su etapa adulta sienten cierta zozobra.
Se rumora que en Colombia el lugar donde más personas han reportado la aparición de la mano peluda es en las inmediaciones del Desierto de la Candelaria en Boyacá. Quienes han tenido la amarga experiencia de toparse con ella la describen como gigante, excesivamente velluda, con uñas muy largas y afiladas. Lo raro es que tan solo una mano, no posee cuerpo.
¿A QUIÉN PERTENECE LA MANO?
En muchos países han surgido explicaciones sobre la persona a la que pertenecía la mano. La más popular es la versión que se da en Puebla (México), donde han relacionado esta mano con el señor Villa, un usurero que manejaba una casa de empeño. Era un hombre calvo, bajo y gordo con mucho vello en el cuerpo, al que le gustaba llevar las manos repletas de gruesos anillos engarzados de piedras preciosas.
Jamás se le conoció alguna obra piadosa por lo que frecuentemente se escuchaba a los transeúntes que pasaban cerca de su negocio decir: “¡Qué Dios te seque la mano!”.
La historia comienza cuando Horta muere y, al parecer, Dios le secó la mano para darle un castigo aunque sea después de muerto. La noticia de la mano negra y peluda se publicó en el periódico poblano El Duende, relacionada con la mano de Horta, pues en la entrevista el sepulturero dijo que la mano salía del sepulcro luciendo un gran número de anillos lujosos engarzados con gemas…
Cada noche, siempre a eso de las 11, una mano peluda trepaba por los muros del cementerio de San Francisco. De forma espectral y siniestra, ascendía cual tarántula, empujada por un poder maligno. Deseosa de saltar sobre su víctima, trepar hasta su cara para arrancarle los ojos y descender al cuello, ahorcando al pobre individuo. Y después volver a descansar junto a los demás difuntos.
Al parecer esta mano recorre los países latinos y aterrorice a quienes ingresan a zonas solitarias y oscuras.
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